miércoles, 28 de julio de 2010

¿Quién dijo que somos superiores? ¿Nosotros?

Y en tal caso … eso nos da derecho a provocar sufrimiento y opresión a seres indefensos? La especie humana es la única en el planeta Tierra en tener el despreciable privilegio de convertir en esclavos a sus congéneres y a seres de otras especies. Cuando esto se hace en nombre de una supuesta superioridad basada en el obsoleto concepto de raza, se llama racismo; cuando se lo hace creyendo que un sexo es superior a otro, se denomina sexismo.
Al someter a otras especies en actos de crueldad y explotación, suponiendo que se tiene derecho a hacerlo por pertenecer a una especie superior, se pone en práctica el especismo.

Diferentes pero iguales
Nuestra vida cotidiana está llena de ejemplos de especismo. Cuando se inculca a los niños el ver animales fuera de su contexto, enjaulados, es comparable con el hecho de querer pagar para distraerse viendo presos humanos en una cárcel. En tal caso, esas personas están cumpliendo una condena por cometer delitos… ¿Por qué merecerían los animales de zoológico o de circo esa condena? ¿Por no hablar nuestro lenguaje? ¿Por tener necesidades o conductas distintas a las de nuestra especie? Desde pequeños, tanto en la escuela como en la familia principalmente, se nos enseñó a centrarnos únicamente en las diferencias entre nosotros y el resto de animales, sin valorar la posibilidad de que hubiera algo que nos convirtiera en iguales. Por ejemplo, que todos sentimos y experimentamos emociones. Los animales no sólo buscan naturalmente evitar el dolor sino que, como animales sociales, también buscan estados de bienestar y placer con arreglo a sus fines individuales o colectivos. No es nuestra inteligencia humana lo que nos hace querer vivir o sentir dolor, sino la capacidad para sufrir y disfrutar, algo que compartimos con los demás animales y que nos permite tener experiencias, convirtiéndonos a todos y todas en individuos con intereses propios.

Consecuencias que no hablan bien de “nosotros”
El especismo no sólo no considera los derechos de otros, sino que los niega de raíz por unas diferencias que se argumentan generalmente desde la razón: el hombre es el ser racional y por lo tanto goza del privilegio etnocéntrico de utilizar a los otros sin importar las consecuencias. Una de las más constatables es la explotación que sufren los animales (no humanos) para satisfacer los deseos de la especie humana: el hombre mata a los animales para comer su carne, para vestirse con sus pieles y crear mil formas de utilizarlos provechosamente como productos que no son de necesidad. Encierra a los animales salvajes para "conocerlos" o "conservarlos", para experimentar sustancias, para divertirse a su costa o para torturarlos hasta la muerte. El especismo le daría el "derecho" a los hombres de tratar al resto de las especies como meros objetos que están ahí en el mundo, para ser tomados, manipulados y abusados. Por otro lado, la sociedad especista también ejerce presión sobre aquellos que se revelan frente a esta perspectiva.

Las cosas por su nombre
El término "speciecism" fue utilizado por primera vez el año 1971, por el psicólogo inglés Richard D. Ryder en su artículo "Experiments on Animals". Cinco años después, es el filósofo australiano Peter Singer quien definió por primera vez el especismo en su obra Liberación Animal (1975) como "un prejuicio o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de nuestra propia especie y en contra de los de otras”. En esta obra, Singer hace una defensa de la capacidad de sentir dolor que compartimos con los animales, como única fuente de igualdad moral con ellos. En 1986 el término fue definido por el Diccionario de Oxford como "la asunción de la superioridad humana sobre otras criaturas, lo que lleva a la explotación animal." Pero la consideración de los derechos y sensibilidad de los animales no humanos ya era planteada en la Antigüedad por pensadores como Pitágoras, Plutarco o Porfirio. Incluso Plutarco llegó a cuestionar el hecho de matar y alimentarse de la carne de los animales. Es en los siglos XVIII y XIX que surgen numerosos autores con inquietudes filosóficas acerca de la preocupación moral por los animales, entre ellos el prestigioso Jeremy Bentham, quien aborda la cuestión de los animales como sujetos de derecho en Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1780).
Bentham, al considerar la validez moral de los animales no humanos, expresa: “No debemos preguntarnos: ¿pueden razonar?, ni tampoco: ¿pueden hablar?, sino: ¿pueden sufrir? (…) si un ser sufre, no puede haber justificación moral alguna para negarse a tener en cuenta este sufrimiento. Al margen de la naturaleza del ser, el principio de igualdad exige que su sufrimiento cuente tanto como el mismo sufrimiento de cualquier otro ser.”
MN