domingo, 27 de marzo de 2011

Yo solo amo a mi mascota


No todo lo que brilla es oro
YO SOLO AMO A MI MASCOTA
por Mariana Nirino
Hace poco conocí a una persona por chat que me comentaba cuánto le gustaban los animales, se expresaba con mucho cariño sobre su perro, y se mostraba indignado ante el maltrato hacia los animales. Pensé que teníamos sentimientos e inquietudes en común por lo que accedí a tomar un café. Al encontrarnos, luego de un rato, la conversación adquirió más soltura y salió el tópico pasatiempos. Quedé boquiabierta porque me comentó naturalmente que uno de los suyos era la caza, de liebres y codornices, que cazaba para comer u obsequiar a personas de bajos recursos (muy solidario). Más aún, uno de sus deportes más excitantes era la caza de tiburones, en este caso con orgullo me aclaró que solo los marcaba, y nunca los mataba. Su amado perro, un pointer, perro de raza de caza, lo acompañaba en sus odiseas, en una de las cuales se desmayó exhausto: “casi me muero, cargué al perro sobre mis hombros 5 km hasta encontrar una veterinaria, pensé que estaba muerto, pero había tenido una hipoglucemia, tuve que cambiarle la dieta, aquel día no seguimos cazando”. Por supuesto, al señor nunca más lo volví a ver, aunque seguía diciéndome que a pesar de lo que yo pensaba él amaba a los animales.

Una paradoja que siempre me llamó la atención es la de las personas que “adoran” a sus mascotas, pero no muestran interés activo por los derechos de los animales. Hasta hace poco no podía comprender como es que llenan de besos a su labrador, y ponen moñitos en la cabeza de su yorkshire pero no se les mueve una pestaña ante un perro abandonado, un pájaro enjaulado o un caballo explotado. En realidad, no había que excavar demasiado para encontrar la explicación a tal aparente contradicción. Todo es una cuestión de malos entendidos del tipo que suelen suceder a menudo en la comunicación humana. Esto se debe a la ambigüedad del lenguaje, que permite que en ocasiones usemos los mismos términos que el otro usa y estemos aún así hablando sobre cosas distintas.

Confusión de términos
La expresión inglesa pet define con exactitud el término mascota: “animal domesticado que se tiene por placer no por su utilidad”. La traducción al castellano sería animal doméstico familiar, pero se ha popularizado el término mascota que proviene del francés mascotte y define a persona o animal que por traer buena fortuna, sirve de talismán. Es por ello que en la actualidad, las sociedades protectoras de animales han establecido como políticamente más correcto denominar a las mascotas como animales de compañía bajo la custodia de un guardián humano, distinguiéndolos claramente de los domésticos, puramente utilitarios. Para la mayor parte de los occidentales, la función de la mascota es precisamente la de su inutilidad para cualquier cosa que no sea el propio placer, en el mejor de los casos, de su compañía. Así, un animal de compañía o mascota, es un animal doméstico que no es forzado a trabajar, ni tampoco es usado para fines alimenticios. Sin embargo, para el hombre primitivo, el fin de mantener un animal tenía como objeto su posterior utilidad ya que no existía el concepto de mascota en las primeras sociedades agrícolas.

Una expresión más amplia es la de animales domésticos, es decir, aquellos que han sido adaptados para su aprovechamiento en las distintas actividades humanas: alimentación (vacas, ovejas, cabras, cerdos, abejas y gallinas), abrigo (ovejas, gusanos de seda), fuerza de trabajo (bueyes y asnos), defensa (perros), transporte (caballos y camellos), comunicaciones (palomas), deporte (caballos de carreras, galgos y halcones), ciencia (cobayas) y ocio (gatos, peces de acuario).

En los conceptos anteriores, los derechos de los animales no son necesariamente incorporados, y sí negados, puesto que la domesticación en este sentido implica una cosificación del animal. Según explica en su glosario la Organización Internacional Libera, la cosificación es el proceso por el cual, a través de una visión antropocéntrica del mundo, los animales domésticos, tanto los considerados mascotas, como los considerados animales de producción, son tratados como seres sin derechos y su categoría social es rebajada a las de las cosas. Por ejemplo, el animal de compañía es rebajado a la categoría de juguete, o la vaca lechera, a la de máquina de producción de leche.

Adoro a mi mascota… lo demás no importa
Existe una tendencia de las personas a humanizar a sus animales de compañía y está estudiado en Psicología humana y veterinaria que esta actitud vuelve al vínculo afectivo nocivo tanto para la persona como para el animal. El ser humano moderno ha tenido la tendencia de colocarse en el centro del planeta, y hacer uso de él como si fuera su dueño, relacionándose con el resto de las especies como si fuera su rey. Muchos relatos religiosos avalan esta visión. Sin embargo, no sucede así en las cosmogonías de los pueblos originarios. A lo primero se le llama antropocentrismo (al que considero estrechamente vinculado con el humanismo) y a lo segundo, especismo. De estas posturas derivan, en parte, la actitud de muchas personas de concederle derechos humanos a sus animales de compañía, creyendo que así están respetándolos.

El Movimiento Animalista mundial justamente lucha por que se le de a los animales los derechos propios de ellos, es decir, no el de tener el mejor acolchado del petshop, si no, por ejemplo, derechos a vivir en su hábitat, disponer de la alimentación adecuada, gozar de su derecho a la libertad de movimiento e interacción con la naturaleza, el derecho a no ser torturados.

Es justamente aquí donde radica la diferencia del sentido que cada persona da a su expresión “pero si yo también amo a los animales”. No dudo que mi amigo cazador los ame, claro, pues satisfacen su deseo de divertimento; no dudo que el adolescente ame a su pitbull musculoso al que lleva suelto sin importarle el resto de los perros, claro, satisface su necesidad de reafirmación; tampoco ya desconfío de los mimos que Josefina prodiga a su cachorro de labrador, así canaliza sus deseos de maternidad y además se posiciona socialmente con una raza que encanta y goza de buena reputación.

Para quien realmente está compenetrado con los derechos animales, la diferencia entre especies ya no importa, su lucha es por un ideal de convivencia justa para todos, sin justificar los abusos y sometimientos que ejerce el ser humano sobre otros. Para los animalistas, el planeta ha sido creado para albergar con dignidad a todos los seres. ¿Hacen falta más explicaciones? Como dicen los dichos populares: “hay amores que matan” y “para quien realmente no está atento mil explicaciones no le bastan”.

 Leer más: http://www.lavanguardia.es/vida/20110305/54122342005/conciencia-animal.html
http://www.liberaong.org/conceptos.listado.php http://ntrzacatecas.com/secciones/salud/2010/12/20/humanizacion-causa-dano-psicologico-a-mascotas-y-duenos/ http://www.marietan.com/material_psicopatologia/adoctrinamiento.htm