viernes, 5 de marzo de 2010

Furia y ternura



Furia.

Agazapada bajo los cascotes, se siente asfixiada. El hilo de luz y el filo de aire la atraviesan: dolor en lugar de alivio. Se engrosa, se acumula, multiplica. Comienza a vibrar y te convierte en roca. Te asfixia y palpita fuerte justo en el centro de tu corazón. Presiona sobre tus ojos, barre los razonamientos más sencillos, de un escobazo.
Hasta que la mesa no es más mesa, tu madre no es más tu madre, las escaleras ya no son. Todo alrededor perdió su contorno. Tu cuarto es una selva. Un puño apretado a punto de estallar, sin dirección.
En cualquier parte está el enemigo.
Oprime hasta estallar: big bang, es polvo de estrellas. Y te deja sin fuerzas. Ella que te hizo tan poderoso ahora te convierte en seda. Así es la furia cuando toca a mi puerta.

Ternura.
Es tan tímida que apenas la escucho.
Cuando logras tocarla se derrite en sueños. El mundo, un pañuelo en sus manos. Un viaje hacia lo intangible donde reinan sensaciones sin sentido, repletas de cosquillas, caricias, olor a masitas. Te dan ganas de ser bueno hasta el infinito y te entregas en su nombre porque nada puede ser malo.
Ella te envuelve y te desarma. Caminas sobre algodones, se parece a la anestesia. Te vuelves vulnerable. Es peligrosa, te endulza. Está a un paso del dolor.
La escucho y temo por su partida, pero si la tomo con más fuerza poco a poco se desintegra.

MN