Los
muralistas firmaron la obra días atrás, la dieron por concluida.
Tal vez
faltó un poco de pintura en el fondo, pero el bolsillo ya no daba y nadie
ofreció comprarla, aunque Dábura está ahí gratis para todos.
O quizás
Dábura agotó a Enzo y a Tom. La última vez comentaron que un hombre que pasaba
les ofreció pagarles por un mural para su kiosco.
Así es la
pasión atrapa unos días y pronto necesita otra motivación
El
muralista parte sin mirar atrás, se desprende de su obra que ya es propiedad de
la calle. ¿No es esa la esencia de la transitoriedad?